Alba mujer madura de mirada triste, aire tímido, de belleza innata y con un cuerpo realmente atractivo, siempre solía vestir con ropa clásica, parecía a simple vista un alma solitaria.
Como cada mañana iba al Instituto donde daba clases de Matemáticas a los alumnos de Segundo de Bachillerato. Sus clases nada tenían que ver con su aparente personalidad, ya que la gustaba que fueran amenas, entretenidas, y comprensibles, de manera que sus alumnos participaran y así pudieran entender mejor la materia de las asignaturas tan complicadas en ese curso.
Desde hacía unos meses Alba daba clases particulares a Oscar, un joven alumno por el que sentía atracción, y el que no entendía muy bien las matemáticas.
Lo que nadie podía imaginar es lo que vino después con el tiempo, que acabaron siendo amantes, manteniendo relaciones sexuales cada noche, disfrutando ambos como dos almas bestias del sexo, ella como una ninfómana, y él como un bellaco.
El la pedía se vistiera íntimamente con ropa erótica provocativa de encajes y seda, toda de color rojo, desde sus labios, hasta el sujetador, tanga, medias, ligas, zapatos de aguja, porque le gustaba disfrutar como un voyeur viendo su cuerpo esbelto del color de la sangre, la que tanto le ardía por sus venas.
A ella, en cambio, le volvía loca el sexo puro duro y le suplicaba que la magreara con sus manos todo su cuerpo, que con su boca le comiera sus pechos, que masticara sus rojos labios húmedos, que empapara sus dedos de sus fluidos.
A Alba la encantaba ponerse en la posición de a cuatro patas, posando para él henchida de placer como si fuera una leona en celo, suplicándole la dijera palabras sucias, obscenas y lascivas que tanto la ponían a mil, y al final terminaba implorándole ser follada duro para obtener su recompensa, ser diluviada entre las aguas orgásmicas por su alumno favorito.
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