Otras palabras latidas: Prozac

Prozac es la siguiente protagonista de la lista de los lanzados a la piscina a quién tengo el gusto de presentar ante todos vosotros, ella se lanzó a la aventura mostrando un maravilloso puzle de su persona, el cual me encantó, aunque ya la intuía desde sus palabras, lo preciosa y gran mujer que es.

A Prozac  la conozco desde hace poco, exactamente, desde Octubre del pasado año 2016, pero me da la impresión como si la conociera de más tiempo, porque en cada entrada da todo de ella con sus emociones latidas desde su blog, Siento la locura, el cual actualmente, lo tiene cerrado al público, por eso mismo, para mí es un honor presentar un texto de ella, para que todos podáis disfrutar de sus palabras, para que veáis lo bonito que escribe.

Mil gracias, Prozac, por acompañarme, para mí es todo un lujo tenerte aquí hoy conmigo compartiendo ante mis amigos este precioso texto sensual y melódico tuyo que junto con la imagen que has elegido me ha encantado todo, al igual que les gustará a todos. 

Muchas gracias, Prozac, por acompañarme

EL PIANO

Estaba sentada en la barra del bar tomándose un whisky, le encantaban los antros que olían a desesperación, a vidas acabadas, donde nadie era juzgado, donde no eras nadie más allá de un alma errante necesitado de soledad. Nadie preguntaba, nadie miraba, no existías para nadie. Era una reunión de muertos en vida, de almas ajadas por años de excesos, por pérdidas jamás deseadas, corazones despedazados por la vida.

Su única meta era morir de una cirrosis disfrutando de un buen malta tras otro, pero hasta en eso tenía mala suerte, le tocó un hígado agradecido,  una esponja que absorbía todo con la elegancia de un dandy, sin despeinarse con cada trago que le era regalado. Ni siquiera en eso era afortunada, si en lugar del hígado hubiese sido el corazón  el agradecido quizá ahora estaría en otro lugar.

Miró de reojo y vio un piano que se encontraba al fondo del antro, y de repente, su sangre empezó a calentarse, sus dedos hormigueaban y necesitaba tocarlo, necesitaba acariciar el dominó, con cada pensamiento se iba calentando más y más, notaba la humedad en sus manos, tenía que hacerle el amor a aquel piano, sentarse en él y conseguir que gritara su mejor melodía. 

Se levantó y mientras se acercaba al piano notó el deseo, la excitación del momento antes de que todo ocurra, esa expectación que bastaba para que la humedad se instalara entre sus piernas. 

Acarició suavemente la tapa del piano recorriendo su delicada frialdad, su mente le llevó a otra época, a otro piano y a otra piel. No podía esperar más, su cuerpo le suplicaba que le diese lo que quería. Se sentó y suavemente tocó las teclas que empezaron a emitir una delicada sonata como preludio de algo infinitamente mayor. Seguía acariciándolo despacio, recreándose en cada nota que salía de él, ya su cuerpo temblaba del placer que le producía tocar. Alzó la vista de las teclas y el micrófono la estaba mirando y de nuevo recordó otro piano, otro micrófono y sopló dulcemente. Su voz empezó a acompasarse con la suave melodía, un ronroneo prólogo de lo que estaba por llegar.

Mientras tocaba se imaginaba que estaba acariciando con sus labios  el cuerpo de algún él, la música fue in crescendo cuando recordó el sabor de su piel, y como le sentía dentro de ella. Mientras sus pezones querían atravesar la fina tela del vestido ella solo podía pensar en sacar las notas más sublimes del piano, cada vez más extasiada, cada vez más mojada, quería entregarse enteramente a aquel instrumento. Por fin, sus manos arrancaron un gemido del piano, mientras su voz se tornó en un alarido animal, la melodía llegaba a su final. Su cuerpo se convulsionó y una vez más la pequeña muerte le llegó sin que nadie la supiera tocar.

Prozac