"Fragmentos" (Relato juevero)

Tenía programado un viaje a París, antes del confinamiento, porque tengo muchas ganas de conocer la ciudad del amor de la que tantas veces me han hablado. Pero con tan mala suerte que tuve que suspender el viaje por la COVID-19. 

Ahora que salimos del estado de alarma, creo que puede ser un buen momento para empezar a pensar en el viaje. Lo que pasa que en el fondo me da algo de miedo por como está aún la situación ya que el virus sigue estando presente entre nosotros. Por eso pienso que tal vez sea mejor dejarlo para más adelante. Porque la vida no se acaba en un instante. 

Y así divagando entre mis contradictorios pensamientos me quedé dormida dando la mano a la ciudad mágica del amor.

"Así habría empezado a andar por un París fabuloso, dejándose llevar por los signos de la noche". (Julio Cortazar).

Caminando hipnotizada por las calles de París, saboreando la magia de cada rincón, llegué hasta los Jardines de Luxemburgo, los más bonitos de París, rodeados de verde naturaleza con tanta belleza, disfrutando de los instantes mágicos hasta ir a parar al Museo del Louvre, el mayor museo del mundo. Así que... qué mejor compañía que la de la Mona Lisa. 

Y después de la espera de dos horas de larga cola allí estaba delante del retrato más famoso de la historia de la pintura, La Mona Lisa de Leonardo Da Vince, tan cerca de ella disfrutando de su expresión, la cual me transmitía tanta calma y paz. Y fue cuando al posar mis ojos en los suyos pude contemplar su mirada tan misteriosa, apreciando que su rostro no tenía cejas. Una curiosa observación de la que no me había dado cuenta hasta ahora.

Me parecía único el rostro de La Mona Lisa, con su media sonrisa tan cautivadora, de valor incalculable, la obra de arte más valiosa del mundo.

"Todo era diferente a cualquier sueño. Una sensación de bienestar se apoderó de mí. Pensé que el cielo esgrime sus fuentes para engañarnos siempre de algo hermoso". (Silvina Ocampo).

Y en ese momento me desperté, sintiéndome feliz, regresando del París de mis sueños, sin salir de casa, y habiendo contemplado tan cerca el rostro pálido de La Mona Lisa.

Aún medio dormida, me acerqué hasta el retrato de mis padres, colgado en la pared del salón, y, una vez más, pude contemplar en blanco y negro, sus rostros felices en el día de su boda, acompañados de la caricia de un rayo de sol que entraba por la ventana reflejando el legado de sus sonrisas que iluminaban mi casa con la luz de su recuerdo.

"Las caras rojas barnizadas por el sol brillaban con el reflejo de las llamas del hogar". (Vicente Blasco Ibañez).

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