lunes, 30 de mayo de 2016

"Así" (Semana 22 de 52)



Cierro mis párpados,
abrocho mis pestañas,
entreabro mi pensamiento 
a tu difuminada silueta,
te atraigo hacía mí...

 Implorándote...
abrázame fuerte
más fuerte todavía,
más mucho más.

Quiero oirte respirar,
tus latidos cabalgar,
sentirte todo y más...
mucho más...

Quiero inhalar tu aliento,
beber de tus labios,
humedecer tu boca marcándote
con besos de rojo carmín.

Y te vas adentrando 
más en mí...
en mi alma,
en mi cuerpo,
en cada suspiro,
en mi palpitar...

No quiero que me sueltes,
balancéame a tu antojo,
haz de mí tu columpio,
el vaivén de tus caprichos,
sigue así no te detengas...
así... 
así...
así...

Vibrando nuestros cuerpos,
erizando los suspiros,
dilatando mi vertiente,
ahogando los gemidos,
exfoliándome la piel,
agitados...  lubricados...
amarrados... encadenados...

Hundiéndonos en la profundidad del abismo,
perpetuando nuestros gemidos hasta el infinito.

Así, contigo en ti.



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jueves, 26 de mayo de 2016

"La estatua de cera" (Relato juevero)



El joven Alex y sus amigos llevaban varias horas caminando por el Museo de Cera, pero él ya no podía más, estaba tan cansado que decidió sentarse a descansar en una de las butacas que había en un rincón, mientras el grupo con la guía siguieron andando hacia la salida, porque ya iban a cerrar el Museo.


Al cabo de un rato, Alex, se dió cuenta de que enfrente de él alguien le observaba y le miraba fijamente a los ojos.




Se trataba de una de las estatuas de cera, algo misteriosa, como si fuera una gata perversamente seductora, se quedó observándola, detenidamente, y cuanto más la miraba, más atrapado quedaba por su encanto, daba la impresión de que estaba viva.




La estatua de cera estaba cubierta por un antifaz negro, tapando su larga y oscura cabellera, así como su esbelto cuerpo, aunque por dentro estaba vestida; sus ojos le cautivaron, eran rasgados, de color verde, y sus seductores labios parecían querían decirle algo.




De repente, se dió cuenta que la estatua comenzó a caminar provocativamente, dirigiéndose hacia donde estaba él, se acercó y descaradamente, tomando la mano de él, se la acercó a sus nalgas apretándolas, a la vez que pronunciaba: -¡Ven conmigo! ¡quiero que descubras conmigo el paraíso! ¡seré tu perversa gata! y te maullaré de placer-.




Alex, estaba muy sorprendido, de lo que estaba viendo, era una estatua de cera que se movía y hablaba, y, no solo eso, sino que... ¡quería pervertirle con lo tímido que él era!; sin dilatar más el tiempo, se dejó llevar por ella, caminando a paso ligero por el Museo, esquivando a las personas que estaban esperando en la fila para salir de allí, mientras que ellos bajaron por unas viejas escaleras.




Abrieron una puerta que daba acceso a una habitación en el sótano, apartada del Museo, Alex, pudo observar que en ella había, entre otras cosas, una cama y un espejo.




Una vez allí, la gata, se fue desnudando poco a poco, mientras que Alex, temblando de nerviosismo y timidez, aunque con sus pupilas dilatadas, la iba recorriendo todo su cuerpo con sus ojos bien abiertos como platos. 





Estaba muy excitado, y seguía observándola exhausto, pensando que nunca jamás había imaginado algo igual, aquello parecía un sueño. 



Alex fue contemplándola, a la vez, que peregrinaba con las pupilas de sus ojos, la esbeltez de su cuerpo, hasta alcanzar la montaña de sus turgentes y endurecidos pechos.




La gata le cogió su mano y se la acercó a la cara, metiéndose en la boca uno de sus dedos, atrapándolo con sus húmedos labios, succionándolo, como si lo estuviera mamando, chupándolo de arriba abajo, y él, derretido desde su mudez pensó: ¡qué boca más glotona tiene!.





Poco después, le desabrochó la camisa, le metió la mano acariciando su pecho, mientras que el joven Alex, no podía dar crédito a lo que le estaba sucediendo, parecía estar más allá del paraíso.




La gata siguió pervirtiéndolo, tocándole el pantalón, desabrochándole la cremallera, metiendo la mano por entre el bóxer, hasta llegar a tocar su endurecido miembro, y comenzó con ansias salvajes a masturbarlo con la empuñadura de su mano, él estaba fuera de sí, demasiado alterado.



La pérfida gata seguía provocándole cada vez más y más, se puso de rodillas ante él, para gozar-le no ya de su dedo, sino de su endurecido miembro. 




Se lo llevó hasta su golosa boca, dándole lametones, y ahogándose hasta hacer vibrar la garganta, enloquecida de vicio, sin detenerse, en una danza carnal, hasta alimentar su gula y llevarlo a él a la deriva.



Jadeo tras jadeo, gemido tras gemido, el joven Alex, perdió su inocente timidez, al atreverse a acercar su mano a los turgentes pechos de la gata, los apretujó, los aplastó, los estrujó con deseo salvaje entre sus manos, acercando su boca, lamiendo y mordisqueando sus erectos pezones, era tanta hambre la que tenía de ella, que quería devorarla, no podía aguantar más, por lo que con su vigorosa fuerza, la tumbó de espaldas, deseaba follarla hasta lo más profundo por delante y por detrás.



Ella humedecida goteando como una gata salvaje en celo, le dijo: -¡quiero sentirte todo dentro! ¡muy dentro! ¡perfórame con tu empuñadura! ¡húndeme tu sable! ¡quiero retorcerme en ti entre gemidos!




Alex como un esclavo dominado por la lujuria cumplió sus deseos, que también eran los de ella, y con la entereza y rigor de su abultada carne, le atravesó profundamente las entrañas... entrando. .. saliendo... 





 Saliendo... entrando... en un baile pasional de cuerpos, cada vez con más intensidad... 



Y ella gemía y gemía sin parar, entre lágrimas y jadeos, pidiéndole a gritos...  -¡¡¡Más!!! ¡¡¡más!! ¡¡¡dámelo todo!!!



¡¡Dame más!!! ¡¡rómpeme hasta lo más profundo de la garganta del alma!!!- Alex obedecía como un sumiso esclavo a sus pedidos, estaba fogoso entre las llamas del fuego que ardía en su delirio... hasta que...



El sueño del joven Alex se desvaneció, cuando sintió que la figura de cera quedó completamente derretida entre sus brazos...


Más relatos jueveros sobre una noche en el Museo en el blog de Lucía "Sintiendo en la piel"


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