Me obsesionaba su manera de mover, de cuando en cuando, la cabeza para retirar de la frente un mechón. A veces el mechón exigía que se alzara una mano con lentitud. Y sus ojos... siempre sus ojos... No eran como todos: se iban y regresaban. (Fragmento de "El imposible olvido" de Antonio Gala).
En ese instante me acordé de aquel libro... Sentía una necesidad imperiosa de tenerlo entre mis manos. ¿Dónde estaba? ¿Qué había hecho con él?
Necesitaba encontrarlo... me atraía... como una especie de fetichismo que despertaba en mí los sentidos... deseaba verlo... olerlo... tocarlo... acariciarlo... Para sentirlo a él...
Me dirigí a mi escritorio para buscarlo. Había montones de libros en la estantería. Miré de uno en uno, y allí no estaba. Rebusqué durante un par de horas por toda la casa. Pero no lo encontré.
Ya cansada de buscar... me tumbé en la cama de mi habitación... cerré los párpados... para ver sus ojos... y recordar... y percibir... y sentir...
Su mano acariciando mi mechón dorado... sus revoltosos dedos arrancándome los botones... su nariz oliendo mi blanca piel... la saliva de sus labios escurriéndose por entre mi cuello...
Y su lengua... ¡ay su lengua...! sin descanso lamiendo mi cuerpo... hasta llegar a la cordillera de mis senos... succionando mis perladas aureolas... lengüeteandolas... devorándolas... masticándolas... como un lobo hambriento hasta arrancármelas de placer...
Y yo... mmmmm estremecida hasta la médula... y mis labios expresando desde la mudez cascadas de chorro de oro y gozo...
Es entonces después de mi agitación cuando por fin recordé dónde estaba aquel libro... mirándonos con los ojos bien abiertos... observándonos como un auténtico voyeur... Allí estaba... Imposible olvidar.
Más relatos jueveros sobre frases de libros en el blog de Magade.