
Mi siempre querida y entrañable amiga:
No creas que te tengo olvidada, lo que pasa que mi tiempo es tan escaso que necesito cuarenta y ocho horas para poder dedicarme a todo lo que quisiera. Pero siempre te tengo en mente aunque estés tan lejos. Algunas veces me digo: tengo que detenerme, y ponerme a escribirte como lo hacíamos antes cuando éramos adolescentes.
¿Te acuerdas qué cartas nos escribíamos por aquel entonces? folios de... ¡¡¡veinte páginas!!! ¡¡¡increíble pero cierto!!! no veíamos el final. Estábamos pendientes todas las semanas del cartero. ¡Qué alegría cada vez que recibía una carta tuya!
¡En aquellos folios iba un mar inmenso de reflexiones! ¡y cuántas olas de lágrimas derramadas! desahogándonos por aquellos problemas que nos encontrábamos en el camino al ir descubriendo el mundo. Problemas que hoy en día nos parecen insignificantes, pero en aquellos tiempos nos ahógabamos en un vaso de agua. Y siempre estábamos ahí, la una y la otra, para sernos el paño que secaba las lágrimas.
¿Te acuerdas cuándo contábamos los años, los meses y los días que nos faltaban para cumplir los 18 años? pensábamos que al ser mayores de edad podríamos irnos de casa porque estábamos hartas de nuestros padres al sentirnos incomprendidas. ¡Qué ilusas! Con los gastos que conlleva la independencia. Pero eso no lo pensábamos jajaja.
¿Y recuerdas aquel chico que no dejaba de seguirme a todos sitios porque quería ser mi novio? que no me gustaba nada porque a mí el que me gustaba era otro que nunca se había fijado en mí y que yo cada vez que le veía me sonrojaba pensando que me miraba, ¡ay qué sofocos me entraban! jajajaja ¡qué mal lo pasaba! jajajaja.
¡Qué tiempos aquellos! estábamos deseando ser mayores, y hoy que somos ya mayores, queremos volver atrás. Pero ya no se puede. Ya el camino está casi recorrido, poco queda ya de trayecto final.
En verdad es cierto lo que dicen que "cualquier tiempo pasado fue mejor". Hoy siento nostalgia y a la vez sonrío por aquellos maravillosos años vividos. ¡Cuántas ganas por descubrir la vida y... ¡¡¡de volar!!!
Hoy, al detenerme por unos minutos a reflexionar contigo, mi querida amiga, como siempre lo hacíamos en nuestra adolescencia, me doy cuenta de que he perdido muchas veces el tiempo pero no adelanto nada con arrepentirme porque... ¡ya no hay vuelta de hoja! Lo vivido... ¡vivido está! pero... atrapado queda en mi piel, y, sobre todo... con tu recuerdo siempre en mí.
A estas horas de la noche, me estarás leyendo cómodamente desde una estrella iluminada, así te siento, mi querida amiga, siempre ahí, brillando, porque nunca te fuiste, quedaste atrapada para siempre en mi corazón.
Más relatos jueveros sobre la fuerza de la amistad en el blog de Campirela
Gracias, ñam ñam qué ricos están
María